Una recopilacion de historias que se me ocurrieron sin moverme de casa o a miles de kilometros de distancia, al anochecer y al amanecer.

lunes, 13 de agosto de 2012

AL PRINCIPIO

Todo empezó ahí, en el andén con la maleta en la mano. No pertenece a un sitio ni a otro, no sabe lo que es, pero hace tiempo que le da igual. Probablemente nunca lo sabrá y ahora menos que nunca. Sólo sabe que es híbrida y orgullosa de serlo. Tampoco sabe dónde está su casa ni si tiene una, pero ha tenido muchas que le han servido de cobijo una temporada. Se deshace de ellas en dos días y en la memoria, le quedan los recuerdos, sin más. Una habitación con vistas al casco antiguo de una ciudad y una manta roja que desteñía sobre sus amantes de paso, hasta que llego él. Una compartida con una terraza soleada. Otra, doble, con un niño en una cuna, y un largo pasillo por el que corría una niña. Una del tamaño de una sala de baile con el sonido de una mezquita. Un cuarto con espejos para reflejarse en sus brazos y la última, solitaria, con una terraza para contemplar la luna del mediterráneo.
De nuevo en ese mismo anden, sólo intuye lo que deja atrás y lo que la espera, pero vuelve a coger la maleta, sin conseguir saber si hoy es más sabia que antes, a pesar del paso de las primaveras.

Valencia, 18 de Mayo 2010

MADE IN TAIWAN

-“Chopsticks ?

-“Yes, please” contesté, sonriendo al oír la pregunta.

El chico metió las pastas chinas y los palillos dentro de la bolsa del supermercado y salí a la calle. Llovía, no tanto como en Bangkok pero era una lluvia fina que acababa colándose hasta en los huesos, como en unos de esos días en París, en los que sólo apetece tirarse en la cama con una taza de café caliente y una buena película.

Saqué el paraguas que había comprado la víspera en un mercado del centro, al lado del templo de Longshan.

-“Menuda porquería de paraguas” pensé.

La víspera me había dejado convencer por los argumentos de la vendedora al abrirlo en la tienda, aunque fueran en chino. La señora había doblado las varillas de un lado para otro para demostrarme la calidad del producto y su resistencia a las corrientes de aire.

-“Otro cuento chino” añadí. Pero lo compré, porque las nubes amenazaban y no quería perderme el recorrido que había planeado para los próximos días. El paraguas aguantó sorprendentemente las ráfagas de viento que se colaban por las avenidas que iba cruzando hasta llegar a mi hotel. Tenía que reconocer que la antigua isla de Formosa, debía de estar perdiendo su fama de mayor productora de baratijas de mala calidad.

Subí a mi habitación y calenté agua para preparar los noodles mientras metía a toda prisa un par de cosas dentro de una bolsa. Seguí dándole vueltas al tema, había que ser chino para inventarse una comida rápida como ésta, pero al fin y al cabo de lo más sana. Verduras liofilizadas y alguna gamba flotando en la sopa. Pero aun así, alimentaba mucho más que una hamburguesa.

Un café rápido y me fui para la estación. Esa tarde me iba de excursión al Parque Nacional de Yanming en las afueras de Taipéi. Después de un par de cambios de tren que ya controlaba, cogí un taxi hasta la entrada del parque. La niebla se hizo más densa a medida que íbamos subiendo la montaña y el paisaje tomaba formas de acuarela. Las montañas que rodean la capital eran antiguos volcanes que seguían produciendo azufre en grandes cantidades. Los japoneses durante los cincuenta años de ocupación de la isla, habían implantado allí, una de sus tradiciones, los baños en piscinas naturales formadas por las rocas. El vapor que se desprendía de las laderas delas montañas daba al paisaje un aspecto fantasmagórico que sumía todo en una calma ajena a la gran ciudad.

Visité el parque casi a tientas, sabiendo, por la época del año en el que ya estábamos, que me había perdido el espectáculo de los cerezos en flor, tan celebrados por esas tierras. Con un par de días de sol, empezarían a salir todas las demás flores por turnos, así me lo explicó el taxista con sus cuatro palabras de inglés que le agradecí.

Terminada la visita, llegamos al establecimiento de baños japoneses. La chica de la entrada me enseñó las instrucciones en un cartel en la entrada. Por lo que entendí, no podía entrar con nada que pudiera contaminar el agua, para que pudiese conservar todos sus efectos terapéuticos. Nada,… ni siquiera un bañador… Me quedé pensando un par de segundos pero la idea de mostrarme en público como Dios me trajo al mundo, o casi, no consiguió quitarme las ganas de probarlo. Al fin y al cabo, todas las mujeres éramos iguales, o eso pensaba, y no me había recorrido todos esos kilómetros para dar media vuelta.

Entré en la primera sala donde tenía que dejar todas mis pertenencias. La chica me seguía, vigilando todos mis movimientos y hasta me pasó el champú y el gel de baño debajo de la ducha para comprobar que seguía al pie de la letra sus recomendaciones. El interior del recinto era bastante rudimentario, unas sillas de plástico para descansar en un porche y las piscinas al aire libre en las que cuando salí, me sorprendió ver a tantas mujeres. Con un rápido vistazo a mi alrededor, me di cuenta de que era la única europea del lugar y que ya me estaban mirando con caras atónitas. Un lugar aparentemente concurrido los domingos… Disimulé la poca vergüenza que me quedaba a esas alturas, y observé el ritual de una señora mayor con cuerpo de diosa de la fertilidad, para poder hacer lo mismo y pasar los más desapercibida posible. Me tiré un cubo de agua para acabar de lavarme los pies antes de entrar en la primera piscina, cuyo termómetro marcaba treinta y siete grados.

Sumergida en el agua blanquecina, tardé un rato en relajarme, nunca me había visto en una situación semejante, pero las demás mujeres de cuerpos blancos casi translúcidos parecían haber olvidado mi presencia y se pusieron a hablar en grupos, sentadas en las rocas sin pudor aparente. Comprobé una vez más lo que ya sabía, que el cuerpo perfecto, no existe, por mucho que intentaran convencernos las revistas. Todas tenían una particularidad que las hacia diferentes, incluso yo misma y aún más por esas latitudes. El mito moderno de las perfectas curvas femeninas, tenía aquí otras formas y a nadie parecía importarle.

Cerré los ojos un momento y me dejé llevar por el sopor que me producían los vapores del baño. Notaba como me caían gotas de lluvia en la cara y la música china de fondo acabó por sumirme en un estado meditativo. En ese momento, intuí, que si algún día me perdía y no volvía, que lo más probable fuera que me encontrasen aquí, en un eterno remojo, o quizás, debajo del edredón, de una habitación de hotel, en un cuarto piso inexistente de un edificio de Taiwán.




Taiwan, 22 de Abril de 2011 

AFINANDO EL SENTIDO DE LA DESORIENTACION


Así , ando últimamente, en esta ciudad y sus laberintos. No hay quien sepa a donde llevan sus calles, ni siquiera con un mapa ni a veces con un GPS. Extrañamente, no siento lo que teme la mayoría de la gente en un lugar desconocido, esa punzada en el estomago al descubrir que no se sabe donde se está, ni si se va por el buen camino, ni entiende uno lo que dice la gente ni lo entienden a uno.

Ya me he acostumbrado de tal forma, que ahora me duermo en los taxis. El tráfico intenso, el mal estado de las calles llenas de baches, las maniobras de los coches y el runrún del motor y de la musiquilla tailandesa de fondo, tienen sobre mí un efecto soporífero que no puedo controlar. Me subo al taxi, doy la dirección en tailandés si puedo y cuando creo que me han entendido, apoyo la cabeza en el respaldo y ahí me quedo. Suelo caer en un sueño profundo escondida detrás de mis gafas de sol para que el taxista no sospeche y me dé aun más vueltas. De vez en cuando, abro un ojo y miro a mi alrededor para ver si reconozco algo. En la mayoría de los casos, no tengo ni idea, solo que sé que estoy en Bangkok.

Pero me da igual, tarde o temprano, llego, así que para qué me voy a preocupar....

Bangkok, 20 de Enero 2011

LOST AND FOUND..

Volvió a ocurrir.

En el momento menos esperado, esta vez en plena calle. Mi olfato lo reconoció a la primera bocanada de aire. Volví la cabeza instintivamente y supe que provenía de debajo de la cortina metálica de una tienda abandonada desde hacia tiempo. Me detuve un momento a mirar. Las tinieblas que percibí dentro del local siempre lo acompañaron. Lo que a otros inspira recelo y hasta miedo, a mi me sigue llenando de embriaguez. El olor a tierra húmeda me transporta años atrás, de cuclillas, escondida en un rincón para que nadie me encuentre. He cerrado detrás de mí, la única puerta del sótano y mis ojos se acostumbran poco a poco a la oscuridad. Distingo en un rincón, el montón de carbón almacenado que alimenta cada invierno, la chimenea del comedor de la casa de mis abuelos. Es tan alto que llega hasta la única ventana a ras de suelo por la que entra una tenue luz. Mis manos tocan la tierra húmeda y siento el frio que se desprende. Me quedo allí olfateando como un animal, hasta que oigo voces que me buscan y salgo de mi escondite. No entiendo porque me gusta tanto ese lugar que podría ser terrorífico para cualquier niña de mi edad. Pero es mi lugar secreto y vuelvo a él en cuanto los demás se despistan. Pasaron muchos años y lo olvide, hasta que volvió a aparecer en la esquina de una ciudad y extrañamente, me produjo la misma sensación de paz y de bienestar.

Valencia, 18 de Mayo 2010

LO QUE NO SE NOMBRA, NO EXISTE..

"Language can only deal meaningfully with a special, restricted segment of reality.

The rest, and it is presumably the much larger part, is.. silence."

Georges Steiner

Valencia, 30 de Marzo 2010

Por fin !!!

Después de varios años en Blogia y de pelearme con la publicidad que se me coló y no conseguía eliminar, vuelvo.. abrí este blog en diciembre 2011 durante mis vacaciones de Navidad en París y estamos en agosto del 2012.. 10 meses han pasado hasta que encontré el momento de ponerme a escribir, demasiado tiempo recorrido en silencio para mi..

Así que aquí van, para que no se pierdan y que alguien los disfrute en algún lugar del mundo, por lo menos eso espero...

Bienvenidos a Mis cuentos de Callejas..

Madrid, 13 de Agosto 2012